martes, 29 de julio de 2008

HOY SE FÍA, MAÑANA NO

Escena en una panadería de barrio, ayer por la mañana. La dueña se queja de que desde mediados de mes ha aumentado el número de clientes que no paga en efectivo y que solicitan que les anote a cuenta el importe de sus compras, el cual prometen que satisfarán a primeros del siguiente mes, cuando cobren su salario o el subsidio de desempleo. Le responde la esposa del propietario de un bar situado en la misma calle: también en el negocio de su marido crecen los morosos; algunos adeudan entre trescientos y cuatrocientos euros, es normal que la gente deje a deber sumas próximas a los cien euros y se lamenta de varios que no sólo no han satisfecho al inicio del mes su deuda, sino que ya ni siquiera acuden por el bar.
No es una invención, la escena es completamente real. Conforme la conversación avanza, se acaloran. Una señora adeuda en la panadería más de ciento cincuenta euros porque su esposo se encuentra en el paro desde hace un mes, el mismo que tiene un débito en el bar de cerca de doscientos. Ambas interlocutoras llegan a una solución. Hasta el día de la fecha, han fiado; a partir de ahora, no.
Dudo que puedan hacer efectivo su deseo. Perderían unos clientes fieles que, mal que bien, tarde o temprano, seguramente pagarán. Pero esta situación creo que es elocuente por sí misma.
Muestra, en primer lugar, el alcance de la crisis económica. La pérdida de poder adquisitivo de las clases medias y bajas. Se comenta la deuda hipotecaria; aunque se ignora el aspecto micro económico de la crisis. Es idéntico al sufrido en los primeros años de la década de los noventa. Aumenta vertiginosamente el número de los impagos. Azote que alcanza en primer lugar a los pequeños negocios. Muchos tendrán que interrumpir la actividad económica; todos trabajar con la conciencia que muchos de sus artículos facturados quedarán sin retribución, por lo menos a corto plazo. La solución más sencilla es subir el importe de sus mercancías, con la esperanza de que el aumento del margen de beneficios compense lo dejado de percibir. A medio plazo los efectos son más endeudamiento, subida de precios y restricción del consumo. También más cierres de negocios, más paro, más gente que compra al fiado; y vuelta a empezar en una espiral que se repite.
En segundo lugar, es curioso que los clientes del bar adeuden cantidades mayores que los de la panadería. Esto indica que un segmento de la población vive por encima de sus posibilidades y que no posee capacidad de adaptación. Acostumbrado a una bonanza económica no quiere "apretarse el cinturón", no se resigna a privarse de sus caprichos.
Dejando a parte las causas de la crisis y lo acertado o errado de las políticas gubernamentales, lo cierto que la única solución viable a nivel de consumidor aislado, lo verdaderamente existente al alcance de las economías familiares, es el consumo responsable. No adquirir más que aquello que se precisa. Olvidarse de bienes suntuosos o superfluos. Calcular la relación coste-beneficio de determinados artículos que aumentan la comodidad, pero no son necesarios para vivir. Evitar el endeudamiento. Posponer compras onerosas para tiempos mejores.
Ahora bien, cabe preguntarse si una sociedad que se ha acostumbrado al hedonismo y al lujo en una prolongada etapa de bienestar, que se ha vuelto débil, acostumbrada a la satisfacción inmediata de sus pasiones y aspiraciones, podrá emprender un consumo responsable de buen grado. Si no es así, es posible augurar un período convulso, porque "más dura será la caída".