viernes, 9 de mayo de 2008

LÍBANO, MAYO 2008: LA CRISIS QUE SE VEÍA VENIR


Apenas acaba de estallar el conflicto y, a reserva de un análisis más riguroso, no me resisto a escribir estas líneas sobre una materia que ha sido objeto de mi estudio durante casi un año, desde que en agosto pasado asistí a un curso monográfico sobre la crisis libanesa en El Escorial. ¿Por qué esta prisa? Pues por una sencilla razón: porque era una confrontación que se veía venir y ante la que ciertos analistas españoles –de prestigio mucho mayor y más reconocido que el mío– prefirieron mirar hacia el lado de la voluntariedad esperanzada, a pesar de que nuestro gobierno mantiene un importante contingente de tropas sobre el terreno.
De nuevo, la varita mágica, la solución, se residenciaba en las Naciones Unidas, supremo órgano de la legitimidad internacional. Es lo que se lleva. Por lo tanto, hicieron oídos sordos a la advertencia de que en las áreas donde existen «cinturones de quiebra» –en la terminología de Kohen– o «conflictos de línea de fractura» –según la todavía más rechazado glosario de Huntington– la acción de esta Organización queda muy constreñida por los intereses y las fuerzas –militares, económicas y diplomáticas– de las grandes potencias implicadas, tanto a nivel global como regional. Así es, quiérase o no, porque la ONU no cuenta con órgano de decisión propio y permanece supeditada a la voluntad de «los cinco grandes», los miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Tampoco cuenta con fuerzas de intervención propias, por más que las tenga asignadas de modo permanente, porque la palabra última para su utilización corresponde a los Estados que las proporcionan.
El conflicto civil en El Líbano se veía venir con todas sus consecuencias desde el verano pasado. Se sabía perfectamente que no se conseguiría elegir un nuevo presidente. Hezbollah había ganado la guerra de la propaganda en su enfrentamiento con Israel y había empezado a reforzar sus posiciones en los barrios chiíes de Beirut. La ciudad –donde vive más de la mitad de la población libanesa– empezó a ser un conglomerado controlado por las distintas milicias. El Ejército libanés adquirió un protagonismo que no le correspondía, pues era de sobras conocido que bajo ningún concepto no sólo no iba a enfrentarse a Hezbollah, sino que ni siquiera se atrevería a inquietarle. Se contemplaba como hipótesis más peligrosa el asalto de Hezbollah al poder, sobre la base de su fuerza militar y su aureola de vencedor ante el invasor hebreo.
¿Qué se hizo? Ocupar con tropas de la FPNUL el territorio situado al sur del río Litani. Europa Occidental podía respirar tranquila. Conflicto solucionado. No habría más imágenes desagradables en los noticieros de TV. El único que no se engañó fue Israel. Así lo manifestó Slomo Ben Ami en El Escorial: el colchón de las tropas de Naciones Unidas proporcionaba una inestimable libertad de acción a Hizbollah para concentrar sus fuerzas en el norte, sin miedo a un ataque israelí, a la par que no le privaba de su capacidad de seguir hostigando el norte de Israel gracias a la adquisición de nuevos cohetes de mayor alcance –de origen iraní– que penetraban a través de la frontera con Siria ante la pasividad o la impotencia del gobierno y de las fuerzas armadas libanesas.
Francia esperaba que, con el apoyo internacional, la paz proporcionaría apoyo a la coalición gobernante, conocida como «14 de marzo», prooccidental y, especialmente, pro francesa, que se distanciaría de la tutela de Siria; sin embargo otros países europeos, entre ellos España, dirigieron su diplomacia hacia «el respeto de los legítimos intereses sirios en El Líbano» –palabras prácticamente literales pronunciadas en El Escorial por el Sr. D. Miguel Benzo, embajador español en Beirut–.
Siria desea volver a penetrar en El Líbano porque constituye su campo de batalla, su «tierra de nadie», para prolongar un conflicto con Israel que le permita mantener un liderazgo en el mundo árabe del que carecería por completo sino fuera por ello. Es una muestra maestra de la «Estrategia de aproximación indirecta» preconizada hace medio siglo por Lidell Hart: una constante guerra de guerrillas contra la frontera de su enemigo, a una intensidad lo suficientemente medida para evitar un enfrentamiento directo.
Irán apoya a Siria mediante la acción de Hezbollah. También es una estrategia de aproximación indirecta. Irán y Siria coinciden en muy pocos aspectos, salvo su odio a Israel; pero los iraníes quieren pasar de ser un «pivote geopolítico» en el Próximo Oriente a ser un «actor geoestratégico» de primer orden. Con estos movimientos, ganan posiciones sobre el terreno y se ganan el respeto y la adhesión de una parte de la población, sino árabe, sí musulmana. Teniendo en cuenta la larvada lucha desatada por el control de los recursos petrolíferos de la zona, ¿cabe alguna duda de que cuenta con el apoyo, o cuando menos con una neutralidad benévola, por parte de China y de la Federación rusa?
Israel, observa callado y atento. Sabe que los nuevos cohetes de Hezbollah, lanzados desde la mitad de El Líbano, pueden alcanzar Tel Aviv. ¿A cuánto se atrevería Hezbollah si se hiciese con el control semiabsoluto del país?
Estados Unidos no sólo apoya a Israel por motivos extensos, complejos y, sino del todo conocidos, sí intuidos. Para él, es una nueva jugada sobre el tablero estratégico por parte de Irán.
Como puede observarse, un auténtico «cóctel molotov» a punto de lanzarse en el bajo vientre de la Unión Europea.
Y, estimado lector, si cree que esto no va a afectarnos a los españoles, querría hacerle una consideración, a parte de la previsible subida del precio del crudo como consecuencia más inmediata de la crisis: si debido a una guerra civil libanesa se cierran los puertos y aeropuertos de Beirut, Sidón y Tiro, y habida cuenta de que las relaciones del gobierno español con el israelí no atraviesan precisamente una de sus mejores rachas, ¿cómo se podría abastecer, reforzar o evacuar a las tropas españolas pertenecientes a FPNUL atrapadas al sur del Litani?

HORACIO SANTANDER Y PLANAS
Zaragoza, 8 de mayo de 2008

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